jueves, 13 de octubre de 2011

LA MAL LLAMADA PACIFICACIÓN DE LA ARAUCANÍA. Ocupación Militar de la Araucanía del Estado Chileno.


   Durante el período de la independencia y hasta bien entrado el siglo XIX, la situación de la Araucanía permaneció en tranquilidad. Sin embargo, a partir de 1842, se iniciará una política de ocupación, con el fin de fomentar la soberanía chilena en la región.

Al asumir el gobierno de Chile, el presidente de la República Manuel Bulnes Prieto, (1841-1851) desarrolla una política destinada a incentivar la instalación de veteranos de la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana en la zona de Arauco. De esta forma se fueron extendiendo las instalaciones de ciudades, como Los Ángeles y de fuerzas para mantener la tranquilidad en la región, como los Batallones San Carlos y Negrete.

Durante el gobierno del presidente Manuel Montt Torres, (1851-1861) se designa al Teniente Coronel Cornelio Saavedra, como Comandante General de las Fuerzas de Arauco. Saavedra busca desarrollar un plan para ocupar los territorios hasta el río Malleco.

A fines del siglo XIX, comienza a gestarse el mal llamado proceso de Pacificación de la Araucanía, en el cual la burguesía criolla logró conquistar en forma definitiva las tierras de los mapuches y someter a las leyes del estado Chileno a este pueblo. Los motivos que condujeron al Estado Chileno a expandir su territorio y, por lo tanto, invadir suelo mapuche, obedecieron a distintos factores: económicos, militares, ideológicos y la estigmatización de la imagen de los mapuche como   “salvajes” y “agresivos”.

El territorio mapuche independiente mantenía espacialmente los deslindes logrados a principios de la Colonia, y reconocidos a través de múltiples parlamentos, que se extendía entre el río Bio Bio por el norte y el Toltén, por el sur, y que fue refrendado nuevamente en 1803, en el Parlamento de Negrete.

Hasta mediados del Siglo XIX, el pueblo mapuche gozaba de independencia territorial y en sus dominios el Estado Chileno no ejercía jurisdicción efectiva. La frontera durante la República fue reconocida en el Parlamento de Tapihue de 1825 y en la Ley de 1852 que creó la provincia de Arauco y reconoció como territorios indígenas las tierras que conformaban la provincia. En los hechos, las autoridades chilenas no tuvieron control jurisdiccional de la Araucanía sino hasta 1883 fecha en que el Cacique Epulef entrega las ruinas de la ciudad de Villarrica a las autoridades chilenas y se somete a su soberanía.

A instancias del gobierno central, entre los años 1862 y 1883, el ejército chileno al mando de Cornelio Saavedra ocupará militarmente la Araucanía, y lo hará fortificando las líneas defensivas a lo largo de los ríos que surcan la región. Así, una vez refundado Angol, en 1862, se fortifica la línea del río Malleco en 1864; luego, en los años 1867 y 1868, son ocupados por la milicia Puren y Lumaco, como también la Costa de Arauco hasta Tirúa; hacia 1870 la línea de frontera se fija -por el sur- en Toltén y por el avance desde Valdivia. Desde aquí se incorpora la costa hasta Queule, subiendo por el río San José hasta Mariquina. En el año 1874, se avanza desde Lumaco a Traiguén; en 1881 y 1882 se establece la línea en el río Cautín, desde la cordillera de Curacautin o Sierra Nevada hasta la desembocadura del río en el mar; y, finalmente, en 1883 se lleva la línea de ocupación a la cordillera de Villarrica-Pucón, Lonquimay y Alto Bio Bio.


Con el proceso bélico librado por Saavedra en la Araucanía se consolida la ocupación material del territorio Mapuche y se pierde la autonomía por efecto de la acción militar. Este proceso de ocupación fue violento y los ultrajes generados por las tropas desocupadas de la guerra del pacifico fueron múltiples. Uno de los hechos que mejor refleja esta forma de actuar se comienza a gestar el 5 de noviembre de 1881, día en el cual el fuerte Temuco aparece rodeado por mapuches al mando del logko Marinao para evitar que se enviaran refuerzos a otros lugares, en uno de los últimos intentos por expulsar a los invasores. Como consecuencia  el 10 de noviembre “el mayor de carabineros Bonifacio Burgos los persiguió (a los mapuche)  hasta la bajada de Santa Rosa, dándoles alcance en un sitio cercano entre el antiguo campamento y lo que es hoy día la quinta Pomona   (actualmente sector Pomona, Santa Rosa, Temuco). Allí quedaron, como resultado, 75 indígenas muertos, por lo cual - desde entonces y antes de la existencia del barrio Santa Rosa - ese sector se conoció como el barrio de la Matanza o de la Mortandad” (“Historia de Temuco” Eduardo Pino Zapata, Pág. 19)

Los horrores producidos durante esta  campaña militar quedan claramente reflejados en diarios de la época (“Historia del Pueblo Mapuche” José Bengoa, Págs. 222-223), los cuales clamaban contra el pillaje en que se había transformado  la llamada  “Pacificación de la Araucanía”.

Después de los horrores, de los asesinatos, de los robos y salteos a mano armada que se han cometidos con los indios todavía se decreta contra ellos una guerra de exterminio
¿y quieren que no defiendan su tierra, su familia y su o ro?
(19 de diciembre de 1868, El Meteoro de los Angeles)

Estos son los hechos, el general Pinto ha sembrado terrenos fiscales  i ha ordenado el arreo de los animales indígenas i el incendio de las rucas i sementeras araucanas; i en vez de guerra de soldados hemos tenido así en la frontera guerra de pastores i de pillaje desmoralizador.
Estos hechos son los que la opinión ha denunciado i El Ferrocarril, al sacarlos a la publicidad para que se explicaran??? suficientemente, i sus autores, cualquiera que sean, pudieran dar estrecha cuenta de sus actos para desvanecer rumores que a nadie honran, ha prestado un servicio de que mal se aprovechan los escritores de palacio.”
(17 de febrero de 1869, El Ferrocaril de Santiago)

El Ferrocarril, abogando por lo que ha creído de justicia i por la conveniencia del país, ha sido constante enemigo de la guerra que hoi se hace a los salvajes, guerra de inhumanidad, guerra imprudente, guerra inmoral, que no da gloria a nuestras armas, provecho al Estado, ni prestigio a nuestro pabellón
(25 de febrero de 1869, El Ferrocarril de Santiago)



La colonización

La necesidad de hacer patente la dominación del nuevo territorio anexado a la Republica Chilena da comienzo a un proceso de colonización de las tierras al sur de la frontera del Bio-Bio. Arriban a la región un número considerable de extranjeros atraídos por la promesa de un nuevo futuro y la responsabilidad de introducir el proceso “civilizador” en el territorio mapuche. Alemanes e italianos, principalmente, en conjunto con algunas familias criollas asumieron la misión de introducirse en el inhóspito territorio. La Región comienza a caracterizarse por la confluencia cultural de distintas nacionalidades.

Es la época de la colonización, comienzo del más voraz arrebato de tierra hasta entonces experimentado por los mapuche. Los métodos de despojo fueron diversos, entre ellos encontramos: las corridas de cerco, expulsión a través de juicios (la mayoría brujos, en dónde el Mapuche no tenía a veces la menor información), asesinatos de logko y sus familias, enfrentamiento armado, apaleo, matanzas colectivas, incluso encerrando a los mapuche en su ruka y luego quemándolos vivos (caso Forrahue). Se realizan divisiones de tierras, legalización de los reasentamiento y otra cantidad de tierra es perdida por los mapuche. Los mismos topógrafos arreglan los papeles y se adueñan de las mejo­res tierras.

A la violencia de la pacificación, con rucas en llamas, campos calcinados y fusilamiento de mapuches, debe sumarse durante este periodo la rivitalización de distintos grupos por controlar las tierras prometidas. Para el historiador Eduardo pino Zapata en este época  “.... había una serie de conflictos donde era fácil confundir las pasiones políticas o doctrinarias con las ambiciones de hombres duros resueltos a todo. Aquí podía triunfar cualquier recurso concedido por la ley, la influencia, la audacia, la impunidad o la falta de escrúpulos,  Realmente, la virtud predominante en los primeros años de la capital de la Frontera y en toda la región, no era la Piedad” (En “Historia de Temuco” Eduardo Pino Zapata, Pág. 24).

En forma paralela a la ocupación militar Al mando de Cornelio Saavedra, y a medida que ésta avanza y se consolida, la Araucanía será objeto de dominación por imposición del derecho chileno. En 1866, el concepto "territorio de indígenas" reconocido en la Ley de 1852 que crea la provincia de Arauco es cambiado por el de "territorio de Colonización", haciendo clara alusión a que las tierras ocupadas comenzarían a ser repartidas a colonos chilenos y extranjeros.

La ley de 4 de Diciembre de 1866 ordena la fundación de poblaciones en el territorio indígena y determina cuáles son las tierras del Estado en territorio indígena, disponiendo que ellas se componen de los terrenos comprados a particulares y los terrenos baldíos. Junto a lo anterior, establece que -para su enajenación- los terrenos del Estado sean subastados públicamente, en lotes que no excederán las quinientas hectáreas. Asimismo, dispone que una parte de estos "terrenos del Estado" se destinarán al establecimiento de colonias de nacionales o extranjeros. En lo que respecta a las tierras indígenas, ordena deslindar los terrenos pertenecientes a indígenas, levantar un plano en el que se marcarán las posesiones asignadas a cada indígena o a cada reducción y otorgar el correspondiente título de merced. Todas aquellas tierras no asignadas a los indígenas se reportarán como terrenos baldíos, y por consiguiente propiedad del Estado, ordenando que caen en dicha categoría todos aquellos terrenos respecto de los cuales no haya probado posesión efectiva y continuada de un año por lo menos.

En virtud de la Ley de 1866 sólo se reconoció como '”efectivamente ocupado la ruca, los huertos familiares y lo cercado, no reconociendo territorios de pastoreo, ramoneo, extracción de leña y de recolección de frutos, es decir, los territorios antiguos, aquellos que permitían la supervivencia material y cultural de las familias.

La ley de 4 de Agosto de 1874, vino a ratificar los preceptos de la ley de 1866, ordenando la enajenación -en subasta pública y por cuenta del Estado- de los terrenos comprendidos entre los ríos Renaico por el norte, Malleco por el sur, Vergara por el oeste, y la cordillera de los Andes por el este. Dispone, además, que se rematarán los terrenos del Estado comprendidos entre los Ríos Bío Bío, Vergara y Renaico y la Cordillera de los Andes.

Si bien esta normativa en principio prohibía que los particulares adquirieran por cualquier
medio terrenos de indígenas entre el rio Malleco y el límite norte de la provincia de
Valdivia, en la práctica validó todas las usurpaciones de tierras indígenas efectuadas por los
particulares mediante el reconocimiento de los derechos de todos aquellos fundos cuyos
títulos estuvieran inscritos en forma legal.

Las normas antes reseñadas dejan claro que el único derecho de propiedad que en lo sucesivo se le reconocerá a los indígenas es el que se les otorgue en merced, entendiendo por tales solo aquellos terrenos respecto de los cuales el indígena pueda acreditar ocupación efectiva, los demás serán considerados "terrenos baldíos" de propiedad del Fisco. Cualquier otro derecho de propiedad que invoque el indígena deberá constar en un título inscrito, registrado competentemente y otorgado conforme a las solemnidades prescritas por decreto de 14 de marzo de 1853, lo que equivale a negarle cualquier derecho.

En síntesis, de los 3,2 millones de hectáreas que en la actualidad posee la IX Región de la Araucanía –formada por las provincias de Malleco y Cautín- el reparto del territorio mapuche promovido por el Estado Chileno significó que, hasta 1900, solo en remates de tierras se hubieran transferido un total de 1.125.120 hectáreas, las que representaban el 35,32% del territorio. Otro tanto se transfiere a las cinco empresas que obtuvieron Concesiones de Colonización entre 1900 y 1911, las que en conjunto suman en propiedad un total de 203.063 hectáreas, representando el 6,37% del territorio de la Araucanía. A ello se contrapone notablemente la superficie de radicación con títulos de merced entregados a familias mapuches en Malleco y Cautín, la que alcanza a un total de 407.696,06 hectáreas, representando sólo un 12,8.% de la superficie del territorio mapuche original de la Araucanía. Lo anterior contrasta radicalmente con el trato dado a los colonos europeos, a quienes el Estado entregó los 'terrenos baldíos en hijuelas que alcanzaban a 70 cuadras y 30 más por cada hijo varón de más de 10 años, pasajes gratuitos desde el puerto de embarque hasta Chile, tablas, clavos, una yunta de bueyes, vaca con cría, arado, carreta, maquina destroncadora, pensión mensual durante un año y asistencia médica por 2 años.

Asimismo, se celebraran contratos entre el Estado y empresas colonizadoras, a las que se les entrega en concesión superficies que tenían como promedio alrededor de 700 hectáreas por 1 familia. Finalmente, se procede a rematar tierras fiscales 'baldías', en hijuelas que van desde las 200 a las 500 hectáreas, sin restricción para que cada persona rematara la cantidad de hijuelas que quisiera, dando origen a un importante proceso de acaparamiento de hijuelas y la formación de grandes paños territoriales, antecedente directo de los fundos particulares actuales, que van encerrando a las comunidades.

La radicación de las comunidades mapuches, llevada a cabo entre 1884 y 1929, significó entregar en toda la región un total de 2.318 títulos de merced a favor de comunidades mapuches, 280 en Malleco y 2.038 en Cautín, siendo el promedio de hectáreas por persona radicada de 6,3 hectáreas. Una de las consecuencias inmediatas de la aplicación de la ley de radicación fue que, a 1929, fecha en que concluye el proceso de radicación, quedaron muchas familias sin ser radicadas. Esta situación determinará que posteriormente el Estado a través de multiplicidad de Leyes, inclusive hasta la actualidad, haya tenido que buscar mecanismos para reconocer los derechos de propiedad indígena no constituidos durante el proceso de radicación.

Es necesario aquí detenerse en 2 cifras que dan pistas respecto a cómo este proceso reduccional afectó a las familias mapuches: la primera, se reconoció en dominio una superficie correspondiente sólo al 6% de lo efectivamente ocupado; y la segunda, el Censo de 1907 señala la existencia de al menos 110.000 indígenas, es decir, de ese total hubieron al menos 30.000 personas que quedaron sin tierra.

La acción del Estado en el reparto del territorio usurpado a los mapuches, trajo consigo numerosos pleitos y conflictos, muchos de ellos impulsados por rematantes de tierras, por colonos chilenos y extranjeros, y también por concesionarios de colonización, todos en contra de las comunidades mapuches radicadas o en proceso de radicación. Así, el pueblo mapuche, luego de ver ocupado y confiscado su territorio por el Estado Chileno, es objeto de innumerables acciones de usurpación de tierras por sus nuevos vecinos o por el propio Estado, el que en sus actos de remates de tierras no respetaba las reservas indígenas establecidas en títulos de merced, así como ya no lo había hecho con las tierras ocupadas ancestralmente por los mapuches y que la Comisión Radicadora de Indígenas sustrajo de sus dominios. 



Consecuencias

Como consecuencia de estos procesos de usurpación tanto mujeres como hombres, al verse ultra reducidos, empobrecidos y despojados comenzaron a emigrar en busca de alternativas. Las hambrunas y el deambular de familias desplazadas provocan epidemias entre los años 1881 y 1907 murieron a consecuencias de las hambrunas y las pestes unos veinte a treinta mil mapuche. 

“En estos últimos días se han venido un buen numero de familias de la cordillera en donde no pudieron estar por más tiempo por haberse agotado los frutos silvestres de que principalmente se alimentaban.
Se han presentado pidiendo socorro al fuerte de Curacautín, en cuyos alrededores han construido habitaciones y han formado una especie de reducción o colonia. Todos vienen en estado verdaderamente lamentable”  
       [Memoria de Guerra Pacificación de la Araucanía 1887 (“Historia del Pueblo Mapuche” José Bengoa, Pág. 372.)

Los procesos de migración hacia los centros urbanos por parte de la población mapuche en busca de trabajo los transforma en mano de obra barata particularmente por sus características socioculturales, su situación socioeconómica y su preparación, lo hace ubicarse en las periferias de las ciudades. Los hombres  trabajaran como panaderos, feriantes, constructores y las mujeres trabajaran de amas de casa. En esta época la discriminación es bastante dura, siendo las mujeres tratadas como «indias» y «china bruta», por no hablar el español.

Unido a esto nacen los términos amezian, (trabajar en media la tierra, pedir animales en media ya sean ganados mayores y menores) y el de  Alkilan (prestar los hijos pequeños para que pudieran trabajar en pastoreo u otra labor, pagándose con animales o trigo al dueño del hijo).



Edición:

Patricio Burgos. Antropólogo.
Francisco Cabellos. Psicólogo Social.
Pamela Luna. Psicóloga Clínica.

Encargados de bibliografía, referencias y documentos:

José Quidel. Profesor, Investigador y Logko comunidad Itinento.
Victor Caniullan. Asesor Sociocultural, Investigador y Machi comunidad Quillem Alto.
Jimena Pichinao. Antropóloga e Investigadora.
Fresia Mellico. Profesora de Mapuzungu e Investigadora.

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